miércoles, 10 de agosto de 2011

La empatía del Troodon

En un acto reflejo inevitable, siempre saludamos a los niños pequeños sacándoles la lengua. Como consecuencia, cierto día en el Metro, la niña sentada enfrente empezó a sacar la lengua muy risueña a todo el que le hacía una monería (simpática monja incluida), quién sabe si pensando que estaba practicando un saludo universal.

La imitación empieza a manifestarse en torno a los once meses de edad y parece ser producto de las neuronas espejo. Hasta hace bien poco no se podía asegurar la existencia de estas neuronas en los seres humanos, que el investigador Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), descubrió en monos en 1996. Pero hace poco más de un año que el Dr. Itzhak Fried y el investigador Roy Mukamel han conseguido obtener registros directos de su actividad. Todavía se está en el principio de todo lo que podemos aprender sobre ellas, pero lo que sabemos es ya interesante. Las neuronas espejo se activan en diferentes lugares del cerebro según el tipo de actividad que estamos presenciando: si observo a una persona coger un objeto, se activarán mis neuronas motoras (en la parte anterior del cerebro) como si yo misma estuviera realizando la acción.

Pero los estudios van más allá: si observo a una persona siendo acariciada por otra, se activarán determinadas neuronas de la zona sensorial del cerebro que entra en juego cuando me acarician a mí. Esto no es imitación, sino empatía. Lo que me impide confundir esa sensación con una caricia real es la ausencia de reacción física en mi piel: puedo ponerme en el lugar de una persona y evocar lo que siente, pero no experimentar las sensaciones físicas en mi cuerpo. ¿Y si retiramos el estorbo limitante de la piel? El neurocientífico Vilayanur Ramachandran asegura en TED que personas con el síndrome del miembro fantasma pueden sentir cómo se alivian de sus dolores, si observan un masaje dado a otra persona en el miembro que ellos han perdido.

Para empezar a justificar el título de esta entrada, el Troodon está considerado como el más inteligente de los dinosaurios que poblaban la Tierra hace 75 millones de años. Se especula a menudo sobre su posible evolución como especie dominante, si no hubiera mediado un meteorito y los dinosaurios dominaran hoy la Tierra. Se cree que los Troodon podrían haber tenido una inteligencia más compleja que la de los demás dinosaurios; tenían un gran volumen cerebral en comparación con el tamaño de su cuerpo, en una relación más equilibrada que las otras especies, y este cerebro presentaba circunvoluciones. Además, contaban con una especie de pulgar oponible que les permitiría agarrar objetos y unos ojos adaptados a la visión nocturna, con una posición dentro del cráneo que les otorgaba visión binocular en un grado que no está presente en reptiles ni en aves.

Todas estas características han hecho pensar que, si la línea evolutiva hubiera seguido esa alternativa, los Troodon habrían tenido grandes posibilidades de convertirse en la especie dominante. Poniendo en cuarentena el modelo antropomorfo del dinosauriode de Rusell y Séguin (demasiado humano), la especulación es lógica. Pero cuando he oído hablar del Troodon, mostrándolo como plausible sustituto del hombre en la Tierra, con posibilidad de desarrollo de herramientas y lenguaje, me he preguntado si ese escenario sería posible sin la empatía, tan necesaria para la existencia de la cultura.

Se está al principio del descubrimiento de todo lo que haya que saber sobre las neuronas espejo. Una de las cuestiones pendientes es: ¿son exclusiva de los primates? ¿Sólo de los mamíferos? ¿De los vertebrados? ¿O de todos los seres vivos con cerebro?

Es lógico suponer que debería esperarse su presencia en todas las especies que tengan aprendizaje por imitación, lo cual abarca como mínimo a los mamíferos. En aves, investigadores del Duke University Medical Center han demostrado la existencia de neuronas eco, que juegan su papel en el aprendizaje del canto, y que en seres humanos, aparte de la vertiente musical, podrían ser piezas clave en el desarrollo del lenguaje.

Pero esto sigue siendo sólo aprendizaje por imitación, no empatía. En el aprendizaje por imitación entran en juego el cumplimiento genético y el interés propio. Se activan las neuronas motoras. ¿Qué papel juegan en los demás primates y en el resto de animales, si es que juegan alguno, las neuronas espejo afectivas que menciona Vilayanur Ramachandran, las relacionadas con el bienestar o el malestar vivido por otra persona que experimenta un testigo? Si juegan alguno, ¿va más allá del interés propio y el instinto de supervivencia? ¿Podría dar lugar a aspectos sociales complejos, como el comercio, una legislación o un acuerdo de paz, que ponen en juego conceptos abstractos como el lucro, la justicia, la venganza o la piedad?

Puede que una cosa lleve a la otra. Ramachandran apunta en esa charla la posibilidad de que la aparición de determinadas destrezas inherentemente humanas (manejo de herramientas, fuego, lenguaje) coincidiera con un desarrollo de estas redes neuronales especulares, argumentando que, si bien el cerebro humano de hace 300 ó 400.000 años ya tenía el tamaño que tiene actualmente, estas habilidades complejas no aparecieron por espacio de más de 200 ó 300.000 años, hasta hace apenas 75.000. La recolección de frutos, la caza, el fuego, la rueda, la agricultura, el sedentarismo, las ciudades, los mitos, la esclavitud, el código de Hammurabi, el monoteísmo, la filosofía griega, son el camino que todos conocemos. En algún momento apareció el ser humano tal y como lo conocemos, o al menos lo suficientemente alejado del que convivió con los neanderthales como para poder sentirse identificado con unos improbables viajeros del tiempo.

Podría pensarse que, en un escenario en el que los dinosaurios dominaran la Tierra, los Troodon no podrían haberse quedado a medio camino. Su inteligencia, el uso de herramientas y el lenguaje tendrían que haberse desarrollado en un grado muy avanzado si queremos imaginarlos sobresaliendo como especie dominante entre otras más grandes y más fuertes, lo que implica entre otras cosas, imagino que necesariamente y sólo por poner un ejemplo, el aislamiento de un entorno tan hostil. ¿Sería esto posible sin las neuronas espejo?

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